En las décadas de los 50 y 60, los ciudadanos soviéticos intercambiaban estrofas y poemas como si fuera el más valioso de los tesoros.
por Ignacio Ortega
Con la muerte del gran escritor ruso Yevgueni Yevtushenko, que falleció el sábado en Estados Unidos a los 84 años de edad, se cierra toda una época, la de los poetas soviéticos que llenaban estadios de fútbol tras la muerte de Stalin.
“Un poeta en Rusia es más que un poeta“, solía decir Yevtushenko, frase que se convirtió en su credo vital y literario.
Cuesta creerlo en los tiempos de las redes sociales y el ocio interactivo, pero a finales de los años 50 y la década de los 60 en la Unión Soviética decenas de miles de personas acudían a los estadios no a asistir a partidos de fútbol o a mítines, sino a escuchar a sus poetas preferidos, auténticos ídolos de masas.
En medio del deshielo político y cultural abierto por la llegada al poder de Nikita Jruschov (1953-1964), los ciudadanos soviéticos se intercambiaban estrofas y poemas como si fuera el más valioso de los tesoros.
Al igual que Ajmadullina, Rozhdestvenski y otros poetas de la generación de los 60, el carismático Yevtushenko declamó sus poemas en el estadio Lenin de Moscú ante más de cien mil personas, incrédulas ante los inusitados vientos de libertad que soplaban tras el fin del estalinismo.
Yevtushenko, que llenó también estadios en otros lugares del mundo como México, España, Chile o Estados Unidos (el célebre Madison Square Garden de Nueva York), logró lo que pocos: ser apreciado por afectos al régimen y disidentes, comunistas y liberales, rusos y estadounidenses.
Aunque escribía poemas desde corta edad, el momento crucial en su carrera literaria ocurrió cuando su tía le dijo que Stalin era un “asesino” y que sus abuelos por parte de padre y madre habían sido represaliados como enemigos del pueblo.
Nació en 1932 en Irkutsk (Siberia), publicó su primer libro de poemas en 1956 y al año siguiente ya se enfrentó a la línea del partido al defender a un colega, lo que le valió la expulsión del Instituto de Literatura.
“¿Qué puedo hacer con él? ¿Enviarlo a Siberia? ¡Si nació allí!”, dijo Jruschov en una ocasión.
Alcanzó la fama mundial con apenas 28 años al publicar el poema “Babi Yar” en memoria de los judíos asesinados por los nazis, en el que también incluye laceradas críticas contra el antisemitismo en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
“Los que huelen a vodka y a cebolla salen de la taberna y gritan todos: ‘Mata judíos: salvarás a Rusia’ (…) Que La Internacional llene los aires cuando el último antisemita yazga bajo la tierra“, reza el poema traducido en todo el mundo, pero sólo editado en Rusia en 1983.
Su popularidad fue tal, que se enfrentó al sucesor de Jruschov, Leonid Brezhnev, al salir en defensa de los disidentes, criticó el envío de tanques soviéticos para aplastar la Primavera de Praga en 1968 y se reunió con el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, en 1972.
El amor de las masas soviéticas le evitó ser deportado como le ocurrió a Alexandr Solzhenitsin, pero quizás eso mismo le impidió ser galardonado con el Nobel de literatura.
Fue diputado durante la Perestroika, pero tras la caída de la URSS en 1991 emigró a Estados Unidos, donde trabajó como profesor universitario hasta su muerte, aunque no dejó de viajar a Rusia, donde recibió en 2010 el mayor premio estatal en el campo de la cultura.
Su amor por Rusia y por su Siberia natal nunca se desvaneció y, de hecho, será enterrado en Peredelkino, no lejos de Moscú, según dejó escrito en su testamento, para yacer junto a su amado Boris Pasternak, el premio Nobel, autor de “El doctor Zhivago”.
Desde el presidente ruso, Vladímir Putin, al último dirigente soviético, Mijail Gorbachov, o al cantante Iosif Kobzon y el cineasta Nikita Mijalkov, ambos conocidos por su ideario ultraconservador, le rindieron tributo.
Pese a que le diagnosticaron cáncer hace seis años y le amputaron una pierna, siguió viajando por el mundo, como el pasado año cuando dio varios recitales en Barcelona y Lima, sin abandonar sus proyectos cinematográficos, otra de sus pasiones.
Yevtushenko tuvo una relación especial con el español, idioma que aprendió, y, en especial con Latinoamérica, ya que entabló amistad con Gabriel García Márquez y admiraba a Pablo Neruda, aunque lo criticó por alabar a Stalin.
También viajó en los años 60, en pleno franquismo, a España, donde estuvo dos meses y escribió numerosos poemas dedicados a Federico García Lorca.
Defendió la Revolución Cubana y llegó a viajar a La Habana para reunirse con Fidel Castro, pero después fue declarado persona non grata tras defender a un escritor represaliado por el régimen.
“A la izquierda, muchachos, siempre a la izquierda, pero no más a la izquierda, de vuestro corazón“, rezaba su poema dedicado al Che Guevara.
Desde su exilio en Oklahoma, según sus allegados, abogó hasta el día de su muerte víctima de un cáncer por la amistad entre Rusia y Estados Unidos.
EFE.